
Perdí mis zapatos y mi vestuario. Me los olvidé en un taxi.
Los zapatos eran payasos.
Corpigno nació en esos zapatos.
Si usté los ve, cuídelos, dígales que los ame, que el amor q no le pude ni le supe dar a una mujer en estos años, se lo di a ellos. Q espero q estén bien, que puedan viajar, que conozcan el mar que es hermoso en cualquier parte, que les queme la arena, que busquen la sombra, que huelan los caminitos cerca de los lagos, que me hubiese gustado que conozcan a mi abuela, que les agradezco por enseñarme a caminar, que todos estos años fueron hermosos cuando me sostuvieron, que voy a acordarme su olor como el de los patios para jugar hasta cualquier hora.
Si usté se llega a cruzar con mis zapatos, lústrelos que no sabe como les gusta que los cuiden, que en eso somos muy parecidos. Dígales que no lloro por la pérdida, que estas lágrimas son besos y abrazos, y que los otros trajes perdidos también les mandan besos y abrazos desde la muerte, donde viven tranquilos y sin presiones.
Si usté, en una de esas, ve a mis zapatos por ahí, dígales que ya no son míos, que igual llevo conmigo las risas que hicimos reír y los golpes y la tristeza que sentimos en nuestras horas, echados en el colchón, en nuestra pobreza, en nuestra vejez prematura y mágica. Pregúnteles si se acuerdan de la cantidad de rayas que hicimos en todas esas salas de ensayos y en esos escenarios y esos salones, de todos esos pasos, de esas señoritas que vimos pasar, de las comidas, de la música, de nuestras horas mejores, de nuestra vida simple y desnuda cuando nadie nos veía.
Dígales que no los abandoné, que soy un pelotudo, que me perdonen, que a veces pierdo todo en un segundo, que no sé como se hacer para vivir y para pensar y para llevar cinco bolsos llenos de pavadas, todo al mismo el tiempo. Dígales al oído que no estén tristes, q no tengan miedo, que cuando me muera nuestra memoria va a ser la misma, que lo que fuimos fue una fruta madura y lo que nos espera es lo que amamos, unos pies lindos, una boca hermosa que nos devuelva la vida.